24 abr 2013

ÚLTIMA NOCHE EN GRANADA



Última noche en Granada, primera novela de Francisco Ortiz, nos presenta a Luis Castillo, ex policía, ocupado ahora en labores de vigilancia en edificios en construcción. Castillo tiene los rasgos de los personajes de novela negra atrapados en un dilema por acciones cometidas en el pasado. Pasa sus noches en el edificio en el que vigila de merodeadores junkies, ladrones que huyen de algún atraco e incluso de animales que buscan refugio al amparo de las paredes y la oscuridad. Su vida transcurre sin problemas en medio de una medianía que solo se distingue cuando está con Beatriz. Sin ambición alguna Luis Castillo está conformado con la vida que lleva, después de días agitados en el cuerpo policial. La visita de un ex compañero policía, lo llevará a traer a su presente de ficticia tranquilidad, un suceso violento, que como en las novelas de Ross MacDonald, los hechos del pasado siempre te alcanzan en el presente. La novela se compone a mi entender, de dos partes, en la primera, se narra en un estilo de novela negra, con acciones en la noche, descomposición de sociedad y fuerzas del orden y una acción ejemplarmente resuelta del encuentro con el matón a sueldo. Y otra parte más íntima, introspectiva y analítica, donde el personaje de Beatriz es pieza vital para que el protagonista salga adelante. Como la Beatriz de Dante que lleva a su amante en la segunda etapa del viaje en la Divina Comedia, la Beatriz de Luis Castillo, deja atrás al marido para guiar a su amante hacia la redención de ambos. 
El conocimiento de la literatura negra en Francisco Ortiz se manifiesta en un párrafo como el siguiente:
" He olvidado ciertos detalles, muchos pensamientos. He olvidado y borrado de mi mente fragmentos que daban sentido a algunas de las actividades que ocuparon mi tiempo aquellos días, pero recuerdo con exactitud la cara de Pedro cuando nos encontramos en Cenes, frente a la urbanización Los Faroles. Sus ojos acuosos, su voz firme, su mano fría que estrechó los dedos de mi mano izquierda con incomodidad: un gesto huidizo, exento de entusiasmo y vigor. Traía las pistolas y la munición, introdujo las balas en los cargadores y me tendió la Astra montada, como si me entregara algo íntimo. Dijo que Eladio lo había planeado y había estudiado cualquier variante que pudiera presentarse, yo solo tenía que cumplir con mi parte, susurró, déjate llevar, Luis. "
Dice Patricia Highsmith. " me interesa la moral, a condición de que no haya sermones". Francisco Ortiz se interesa por el dilema moral que enfrenta a su personaje sobre los actos del pasado y el dilema del presente sobre que hacer con su vida, y lo hace sin sermones, con una prosa limpia e íntima a través de Beatriz que permitirá a su protagonista encontrar su lugar en esta Granada, siempre presente como escenario del teatro de la vida. En la que buscan sobrevivir, una última noche. 











21 abr 2013

EL VIAJE



LA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES TIRANT LO BLANC presenta su antología de relatos sobre el tema EL VIAJE. La cita es el domingo 28 de abril a las 12 del día, en la sede del Orfeo Catalá de Méxic en Marsella # 45 colonia Juárez.



AQUELLOS VIAJES EN TRANVÍA
Por José Romero Salgado
El viaje que más recuerdo de mi niñez era el trayecto en tranvía que todos los días hacía para ir a la escuela secundaria en Tampico, Tamaulipas. El tranvía tenía un recorrido de la playa de Miramar en el municipio de Ciudad Madero, que partía de la Estación de la Playa, hasta el mero centro del municipio de Tampico. Yo abordaba el tranvía en la segunda parada desde la playa y se llamaba “Nuevos Proyectos”, que estaba a la entrada de esa colonia petrolera. Había dos tipos de tranvía, los llamado viejos, de color amarillo y cuyas subidas y entradas estaban en los extremos del transporte, era característicos por sus frenos de aire y que enfrenaban poco a poco, y los llamados nuevos que eran de color amarillo y se transportaban a mayor velocidad y tenían un sistema de frenos más moderno. Pero ambos daban el servicio correspondiente. El trayecto hasta el centro de Tampico duraba entre treinta y treinta y cinco minutos, una vez abordado el tranvía, se acercaba un cobrador que llevaba en su cintura una bolsa con monedas para cobrar, en su mano izquierda cargaba una monedas de diferentes denominaciones y que chocaba haciendo sonar el dinero para anunciar que iba a cobrar, en la otra mano llevaba los boletos de diferentes colores y precios que con el pulgar pasado por su lengua recortaba para darlo a los pasajeros. Los costos eran de 40 a 60 centavos. Las siguientes paradas eran “el Bosque” en la colonia del mismo nombre, después seguía la parada “Refinería” que estaba en la calle que llevaba a la entrada a la vieja Refinería Francisco I. Madero. Después seguía “El puerto de Bilbao” nombre de la tiendita que llevaba Don Tobías, un viejo español, la siguiente era “Siete y medio” llamada sí por el trecho recorrido, estaba a unos pasos la escuela Artículo 123, donde cursé la primaria. Si en las paradas no hay gente que se suba o baje el tranvía sigue su viaje, para ello el cobrador situado en la parte trasera del tranvía le chiflaba o le hacia señal al motorista que siguiera de largo. Durante el viaje era posible que subieran dos inspectores, uno que revisaba los boletos de los pasajeros y uno más que revisaba la papeleta del conductor. Las  diferentes estaciones se van pasando con sus peculiares nombres, entre ellos; “Cangrejo”, “Ocampo”, “Vicente Guerrero”, “Dinamarca”, “Mercado”, “Madero” en el corazón de esa ciudad, “La Pierce”, llamada así por la compañía petrolera que había junto al río, “Árbol Grande”, “Morelos”, “El Penal”, justo debajo de las escaleras que llevan al penal de Andonegui, “La Planta”, en honor a la Termoeléctrica de la CFE, “La lágrima”, dicen que lleva ese nombre porque los vecinos fueron a “llorar” a la administración de los tranvías para que les pusieran una parada ahí, “La Laguna”, por la cercanía de la Laguna del Carpintero, a esta altura podemos observar que las casas a los lados de la vía del tranvía tienen un andén de madera elevado que viene desde la puerta de sus casas hasta el bordo de las vías del tranvía para que en tiempos de lluvias, que se inunda, puedan llegar a sus casas, después llega la parada “Estrella” y de ahí al puente de una sola vía para entrar a Tampico. Finalmente llega a su base en el edificio de la Luz en el hoy Centro Histórico de Tampico. Para entonces el tranvía ya viaja lleno de pasajeros.
Durante ese trayecto de 35 minutos uno tenía dos opciones: dormir o ponerse a leer, la verdad nunca he sido un dormilón por lo que se me hizo fácil tomar un libro del estudio de mi papá y durante el trayecto de ida siempre había lugar para sentarse, pues era apenas la segunda parada desde La Playa. De esta manera me inicié con las novelas resumidas del Readers Digest, las historias de la Segunda Guerra Mundial y ya por mi cuenta recorría las librerías del centro de Tampico, donde compré mis primeras novelas de Marcial Lafuente Estefanía y el Lejano Oeste y, las novelas policiales de Agatha Christie, Sherlock Holmes y Mike Hammer, que fueron el bautizo para recorrer el camino de la literatura. Hoy gracias a esos viajes en tranvía soy escritor y lector.

5 abr 2013

DOS AUTORES / DOS LIBROS


José Romero y Graciela Hess presentan sus libros "La vida en corto" y "Tía Lola", 
en una velada donde hablarán sobre el oficio de escribir en un diálogo literario.