Viví por más de treinta años en la gran urbe de la ciudad de México, hace unos meses inicié una nueva travesía y ahora atraco en el puerto de Veracruz. Asuntos administrativos y personales me traen al Distrito Federal y en esta ocasión el choque citadino es más fuerte que en otras ocasiones. Supongo que el mes de diciembre "ayuda" al caos en que está metida la gran metrópoli, o será que la armonía porteña ya hizo raices en mi y ahora el asfalto defeño me saca de quicio. Dicen los amigos que me notan preocupado, irritado, impaciente, les contesto que la ciudad es más caótica ahora que hace meses y me dicen que sigue igual. Sin embargo, los taxistas me platican, tengo la costumbre de conversar con ellos en mis viajes, que la ciudad está más conflictiva en muchos sentidos. Ofertas navideñas en centros comerciales, "horas pico" más acentuadas, exceso de automóviles, obras por todos lados y por si fuera poco, trámites administrativos en oficinas públicas han contribuido para que mis amigos observen mi irritación. Ante este caos, pongo en la balanza, el teatro, el cine, la librería, la tienda de música, los amigos y mi hija, para sobrevivir a este acelerado ritmo que impone la gran Metrópoli. El tiempo me rinde poco y es imposible atender varios asuntos o amistades en un solo día y, además , pues está el propio shopping que me llevo al puerto, para compartir con familiares y amigos. A pesar de este caos, existen grandes ventajas en la vida de la ciudad de México, sin embargo me llama el mar y el sol de la tierra veracruzana. En un par de días espero atracar en el puerto. Fotografía de Aden Garibay
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