Estoy en la cubierta del barco, la brisa marina sopla ligeramente, en medio de la noche el navío se mece suavemente de un lado a otro. Cerca de mí, uno de los cañones de este Cañonero Guanajuato, de la Marina mexicana, dirige su amenazante negro orificio hacia el horizonte. En medio de esta quietud, una música moderna rompe el silencio nocturno, hay risas también, e incluso el llanto de un niño. Nada sin embargo, parece perturbar mi travesía personal.
Marinos solícitos, ejecutan sus tareas por toda la cubierta. A lo lejos, las luces de un barco fondeado se distinguen a pesar de la lejanía. A babor, la línea costera multiplica sus luces alrededor. Tomo la taza de café negro, fuerte y humeante, doy un buen sorbo y dejo que el calor invada mi cuerpo.
He estado en diversas embarcaciones; lanchas de pesca, remolcadores, cruceros turísticos e incluso en grandes navíos del tamaño de una cancha de fútbol, que en sus depósitos llevan el preciado hidrocarburo; pero es la primera vez que piso la cubierta de un Cañonero de la Marina Mexicana.
Camino hacia la proa y siento la brisa que golpea mi cuerpo, es una sensación especial, parado de frente a la inmensidad del mar a lo lejos. Uno de los marinos se acerca y me dice que todo está listo, lo sigo y atento mueve la silla y me siento a la mesa de este Bar/Cafetería La Cubierta, instalado en esta embarcación atracada en el muelle Banderas de Boca del Río, Veracruz, la nueva atracción turística en el puerto.
Las mesas alrededor están animadas; un grupo de señoras que se han escapado de las labores del hogar, hablan de sus maridos, a un costado, dos parejas beben tarros espumosos de cerveza, más allá una familia numerosa con abuela y nietos aportan sus risas y gritos. A estribor, una plaza iluminada es campo de niños que juegan con pelotas o bicicletas. Vendedores ambulantes ofrecen golosinas de todo tipo. Unos paseantes se toman fotografías junto al navío o en los chorros de la fuente que suben y bajan entre luces de colores.
Llamo al mesero con uniforme de marino y le pido un Brandy para acompañar el café. El horizonte sube y baja con la marea nocturna. Disfruto de mi travesía personal en el atracadero, a un año de llegar a este puerto.
He disfrutado esa travesía y el paisaje. En cierto modo he olido el café y escuchado el griterio infantil. Esas travesias se disfrutan de verdad y espero que tengas más.
ResponderEliminarSaludos
Esos viajes al interior debemos hacerlos eventualmente.Saludos
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