foto: JMR
En un reciente viaje por el Reino Unido, mi hija compró una botella de whisky escocés, de los llamados Single Malt Scotch para regalarmelo. Soy más bien un consumidor moderado de Ron, como buen latino y de tierra cálida, lo tomo con refresco de cola, hielo y unas gotas de limón. No soy un conocedor de vinos, licores o bebidas espirituosas, pero algo me entero. De tal manera que la botella del whisky de 12 años, llevaba guardada tres meses sin que le prestara atención. El whisky que tenía en casa era de los llamados Blended Malt, es decir en su elaboración se mezclan varias especies de Malta. Lo acostumbro tomar, ocasionalmente, con hielo solamente. Atrapado en un texto sin adelanto alguno, me encontré de pronto con la botella del mentado whisky sin abrir. Recordé a los grandes escritores estadounidenses y su fama de bebedores empedernidos mientras escribían sus obras maestras. Sin darle muchas vueltas abrí la botella y degusté el líquido ambarino con hielo. La calidad del whisky me sorprendió agradablemente; sus diversos sabores florales y de vainilla en la boca me llenaron el paladar. Quienes saben de estos temas dirán que los 12 años y la malta única consiguen este sabor, en la etiqueta dice, además, que la singular agua mineral de la destilería añade ese toque final. Me senté con el vaso frente a mi computadora para continuar el texto. Ahora solo me falta el talento de Raymond Chandler, Ernest Hemingway o al menos de Charles Bukowski. Eso no me lo trajo mi hija.
Un gran momento. Espero que ese texto saliera luego con fluidez.
ResponderEliminarUn saludo.
Colega, me pasa lo mismo. No tengo hija que me regale una botella, pero tengo un Chivas Regal en un mueble. Ya me tomé uno hoy y no quiero abusar -por mucho que tome tampoco yo voy a escribir como Hemingway-. Pero que es buen compañero, no lo niega nadie.
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y me resulta una sorpresa agradable. Leeré más... si resisto la tentación de mi amigo color ámbar.