A punto de subir al camión que me llevaría a Tulancingo, Hidalgo, adonde me dirijo al Primer Encuentro Latinoamericano de Escritores, descubro que mi boleto es con destino a Puebla. Voy a cambiarlo y me dan una hora diferente de abordar en otra unidad. Aprovecho para tomar un refrigerio y está vez puedo subir al camión correcto.
El viaje se desarrolla sin sobresaltos, hasta que la señora de enfrente mueve su asiento hacia atrás y casi me golpea el rostro. Decido cambiarme hacia la parte trasera, en donde hay suficientes asientos vacíos y, donde un ranchero con el sombrero en la cara duerme plácidamente.
A punto de llegar abro mi fólder con las instrucciones para el registro y la dirección del lugar, entonces escucho una voz que dice; ¿Eres escritor?, volteo y el ranchero que antes dormía, añade; ¿también vas al Encuentro de Escritores?, le contesto que si, entonces se presenta y me dice soy Félix Pacheco, poeta. Ahhh, poeta, yo soy narrador, le contesto con reservas. Al llegar tomamos el taxi hacia la zona de registro y después de deambular por la ciudad, damos con el lugar y nos asignan un hotel a un par de cuadras. Ahí descubrimos con sorpresa que Félix y yo compartiremos cuarto... ¡con otros dos escritores y en dos camas solamente! Tomo las cosas con buen humor y me siento a esperar a que Félix increpe a uno de los organizadores, quien le responde que por el momento nos acomodemos los dos y después ya veremos. Así lo hacemos y nos ponemos de acuerdo para no dejar entrar a nadie más a la habitación. Ya sean poetas o narradores… ¡No entrarán¡ Afortunadamente no fue necesario, pues se tomaron cartas en el asunto y entonces comparto cuarto con este poeta singular, de buen humor y fumador empedernido, eso sí, siempre afuera de la habitación.
Descubro en las mesas de lectura que hay una abrumadora presencia de poetas y solo unos cuantos narradores. Empiezo a conocerlos, llegan de diferentes partes del país y del extranjero; Guadalajara, San Luis Potosí, Distrito Federal y de Argentina, Chile, La Patagonia y El Salvador.
Teresa Irazaba y Mónica Suárez sobresalen entre las del D.F. por la calidad de sus poemas y una voz propia, Félix Pacheco, me sorprende con sus poequeños, poemas breves con humor y sabiduría. Laura García y Miriam Perales, que desde Guadalajara y San Luis Potosí, nos traen poemas amorosos y eróticos. Darío Lobato de Argentina y Marisol Briones nicaragüense residente en El Salvador, llegan con su poesía llena de misticismo y luna amorosa.
Poesía a todas horas y poetas en todas las mesas, bueno en casi todas. Soy de lectura poética mínima; Paz, Sabines, Bonifaz Nuño, Neruda, Nizan, Lorca, Yeats y Dylan, Bob, por supuesto. Lecturas aquí y allá en revistas y suplementos culturales, pero en este Encuentro he escuchado más poesía que nunca. Incluso en mi cuarto de hotel, pues está bien, me digo. Una noche, sin embargo, Félix me informa que se despide del evento a la mañana siguiente, para atender asuntos en la capital. Por fin la poesía deja la cama contigua y la narrativa se instala a sus anchas en este cuarto de hotel. A solas por fin, me digo. Ese día transcurre con la consabida presencia de poetas y unos pocos narradores, por la noche me instalo en mi cuarto y veo béisbol que se encuentra en la última fase para llegar a la Serie Mundial. Finalmente me duermo. El teléfono suena tarde por la noche y me despierta sobresaltado, me informan que un escritor busca cama desocupada y que en breves momentos tocará en la habitación. Abro la puerta y un joven con facha de beisbolista, con gorra y mochila me mira asustado pidiendo posada, me hago un lado, mascullo algunas instrucciones y me duermo, otra vez. Apenas lo escucho acomodarse.
Al otro día mientras nos preparamos para ir al desayuno me entera se llama Ariosto Hernández, es poeta y viene de Papantla, Veracruz. Bueno, lo que faltaba, otro poeta en mi habitación. No podían haber mandado a un narrador, o mejor, a una narradora. Puros poetas. ¿Pero que los poetas no tiene facha de poetas? Primero un ranchero y ahora un beisbolista me resultan exquisitos poetas. En cambio los narradores tenemos facha de... narradores.
Me informan que tendré otra lectura más, con motivo de la aparición de “Raudal de palabras”, recopilación de los trabajos en Córdoba donde participo con un cuento. Comparto la mesa con mi poeta de cuarto, pero la sesión se interrumpe por un cambio de planes y, me impiden escuchar su lectura de poemas. Tuve la ocasión de escucharlo en otro día y detrás de esa gorra de beisbolista descubro a un poeta, sensible y de talento, mismo que no pasa desapercibido para Gaspar Aguilera, reconocido poeta de Chihuahua, con el que compartió mesa.
En una pausa de las múltiples mesas, comento con Mónica Suárez, que los poetas del evento, son los culpables de mi renovado interés por la poesía.
Dejo Tulancingo con una montaña de libros de poesía que recibo en intercambio con mi libro de cuentos, pero me llevo también una montaña de amigos nuevos, poetas casi todos. Y de esto, ellos tienen la culpa.
El viaje se desarrolla sin sobresaltos, hasta que la señora de enfrente mueve su asiento hacia atrás y casi me golpea el rostro. Decido cambiarme hacia la parte trasera, en donde hay suficientes asientos vacíos y, donde un ranchero con el sombrero en la cara duerme plácidamente.
A punto de llegar abro mi fólder con las instrucciones para el registro y la dirección del lugar, entonces escucho una voz que dice; ¿Eres escritor?, volteo y el ranchero que antes dormía, añade; ¿también vas al Encuentro de Escritores?, le contesto que si, entonces se presenta y me dice soy Félix Pacheco, poeta. Ahhh, poeta, yo soy narrador, le contesto con reservas. Al llegar tomamos el taxi hacia la zona de registro y después de deambular por la ciudad, damos con el lugar y nos asignan un hotel a un par de cuadras. Ahí descubrimos con sorpresa que Félix y yo compartiremos cuarto... ¡con otros dos escritores y en dos camas solamente! Tomo las cosas con buen humor y me siento a esperar a que Félix increpe a uno de los organizadores, quien le responde que por el momento nos acomodemos los dos y después ya veremos. Así lo hacemos y nos ponemos de acuerdo para no dejar entrar a nadie más a la habitación. Ya sean poetas o narradores… ¡No entrarán¡ Afortunadamente no fue necesario, pues se tomaron cartas en el asunto y entonces comparto cuarto con este poeta singular, de buen humor y fumador empedernido, eso sí, siempre afuera de la habitación.
Descubro en las mesas de lectura que hay una abrumadora presencia de poetas y solo unos cuantos narradores. Empiezo a conocerlos, llegan de diferentes partes del país y del extranjero; Guadalajara, San Luis Potosí, Distrito Federal y de Argentina, Chile, La Patagonia y El Salvador.
Teresa Irazaba y Mónica Suárez sobresalen entre las del D.F. por la calidad de sus poemas y una voz propia, Félix Pacheco, me sorprende con sus poequeños, poemas breves con humor y sabiduría. Laura García y Miriam Perales, que desde Guadalajara y San Luis Potosí, nos traen poemas amorosos y eróticos. Darío Lobato de Argentina y Marisol Briones nicaragüense residente en El Salvador, llegan con su poesía llena de misticismo y luna amorosa.
Poesía a todas horas y poetas en todas las mesas, bueno en casi todas. Soy de lectura poética mínima; Paz, Sabines, Bonifaz Nuño, Neruda, Nizan, Lorca, Yeats y Dylan, Bob, por supuesto. Lecturas aquí y allá en revistas y suplementos culturales, pero en este Encuentro he escuchado más poesía que nunca. Incluso en mi cuarto de hotel, pues está bien, me digo. Una noche, sin embargo, Félix me informa que se despide del evento a la mañana siguiente, para atender asuntos en la capital. Por fin la poesía deja la cama contigua y la narrativa se instala a sus anchas en este cuarto de hotel. A solas por fin, me digo. Ese día transcurre con la consabida presencia de poetas y unos pocos narradores, por la noche me instalo en mi cuarto y veo béisbol que se encuentra en la última fase para llegar a la Serie Mundial. Finalmente me duermo. El teléfono suena tarde por la noche y me despierta sobresaltado, me informan que un escritor busca cama desocupada y que en breves momentos tocará en la habitación. Abro la puerta y un joven con facha de beisbolista, con gorra y mochila me mira asustado pidiendo posada, me hago un lado, mascullo algunas instrucciones y me duermo, otra vez. Apenas lo escucho acomodarse.
Al otro día mientras nos preparamos para ir al desayuno me entera se llama Ariosto Hernández, es poeta y viene de Papantla, Veracruz. Bueno, lo que faltaba, otro poeta en mi habitación. No podían haber mandado a un narrador, o mejor, a una narradora. Puros poetas. ¿Pero que los poetas no tiene facha de poetas? Primero un ranchero y ahora un beisbolista me resultan exquisitos poetas. En cambio los narradores tenemos facha de... narradores.
Me informan que tendré otra lectura más, con motivo de la aparición de “Raudal de palabras”, recopilación de los trabajos en Córdoba donde participo con un cuento. Comparto la mesa con mi poeta de cuarto, pero la sesión se interrumpe por un cambio de planes y, me impiden escuchar su lectura de poemas. Tuve la ocasión de escucharlo en otro día y detrás de esa gorra de beisbolista descubro a un poeta, sensible y de talento, mismo que no pasa desapercibido para Gaspar Aguilera, reconocido poeta de Chihuahua, con el que compartió mesa.
En una pausa de las múltiples mesas, comento con Mónica Suárez, que los poetas del evento, son los culpables de mi renovado interés por la poesía.
Dejo Tulancingo con una montaña de libros de poesía que recibo en intercambio con mi libro de cuentos, pero me llevo también una montaña de amigos nuevos, poetas casi todos. Y de esto, ellos tienen la culpa.