- Eres una buena para nada- le gritó el hombre.
Después escuché el portazo y pasos apresurados en el piso de arriba, luego gritos.
Vivo en un edificio de departamentos, hace unos meses se habitó el que está arriba del mío. Pronto descubrí la rutina cotidiana de esta familia de marido y mujer con una pequeña; se van temprano en medio de taconeos, portazos, closets que abren y cierran fuertemente. Llegan por la noche, ya tarde, con palabras fuertes del padre que se escuchan por las escaleras. Por cerca de una hora, escucho taconeos, portazos y la niña jugando con una pelota. Y los gritos del padre. Luego llega el silencio y puedo dormir.
Hace unos días me crucé con él en las escaleras, me saludó cortésmente y me sorprendí de ver en su cara un rostro amable. No corresponde a la imagen del hombre con lenguaje violento, soez que hiere y maltrata a su esposa. Parece un hombre bueno y tranquilo.
Caras vemos...
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