Como todo niño o adolescente la bicicleta fue motivo de aventuras y de recuerdos. Aun recuerdo aquel verano en que en compañía de un amigo nos dedicamos a arreglar bicicletas en el vecindario. Con el traslado a la enorme ciudad de México, circular en esas calles era más un deporte extremo que diversión. Dejé la bicicleta y desde entonces no volví a montar alguna más. Hasta ahora en que David Byrne me lleva en su bicicleta por diversas ciudades del mundo. Músico, artista diría yo, en el mejor sentido de la palabra, Byrne nos lleva en estos diarios por las diferente ciudades que visita y adonde siempre lleva una bicicleta portátil. Narra sus impresiones sobre arquitectura, música, viajes, sobre el arte o la decadencia de zonas urbanas devoradas por el progreso. Berlín, Estambul, Buenos Aires, Manila, Londres, Nueva York, etc. Son algunas de las ciudades donde Byrne aprovecha para tener una mirada única, diferente, desde el asiento de su bicicleta. Es de esos libros reflexivos, interesantes y que se pueden leer lentamente a ritmo del pedaleo de la bicicleta lectora de cada uno. Muy recomendable.
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